13 noviembre 2007
Mi Buenos Aires querido I
Para los menos informados diré que llegamos a Buenos Aires el día 1 despues de pasar la noche de Halloween sobre el Océano Atlántico (otra vez desafiando a las fechas...) Y ya desde el aire esta ciudad se muestra tal y como es, inabarcable y llena de contrastes. Y es que cuando vas a tomar tierra en el Aeropuerto Jorge Newberry, sorprendentemente situado casi en el mismo centro de la ciudad, lo primero que ves es una enorme extensión de chabolas, con las lujosas torres de apartamentos de Puerto Madero como telón de fondo.
Y esa primera impresión se reafirma cuando nos viene a buscar, para llevarnos al apartamento que hemos alquilado, un chico encantador pero con un coche tan cochambroso que hasta nos hace desconfiar. En ese trayecto comprobamos que en Argentina, o al menos en Buenos Aires, los ceda el paso no existen, las líneas del pavimento son meramente decorativas y los límites de velocidad son tan sólo testimoniales. Pero increíblemente el tráfico es fluído y situaciones que en Madrid harían estallar un concierto de cláxones aquí son solventadas con toda tranquilidad. Y eso parece definir bastante bien el carácter de los porteños, poco amantes de normas, pero muy respetuosos con el prójimo. O al menos eso nos parece.
Y tras instalarnos en un bonito dúplex (también bastante cochambroso) con vistas a una preciosa autopista, nos lanzamos a recorrer esta enorme ciudad. Primero San Telmo, el barrio bohemio de la ciudad, justo al otro lado de la autopista, y que a mí me recuerda bastante a una Malasaña aún sin tiendas de marca. Bonitos cafés, preciosos edificios desvencijados y algunas tiendas modernas junto a comercios de esos de toda la vida. Y casi todo a unos precios que no nos hacen añorar Madrid para nada.
Y así, pasamos los siguientes días siguiendo el manual del turista perfecto y visitando el resto de barrios de la ciudad: desde el muy popular de La Boca, donde tras un desasosegante paseo comemos una carne excelente rodeados de todo tipo de reliquias futboleras; hasta el muy exclusivo de Recoleta, donde alucinamos con el cementerio más bizarro que nunca hayamos visitado. Y claro, la zona Centro con sus monumentos, sus teatros (vemos una buenísima versión de Cabaret por menos de 20 euros) y sus cafés tangueros como el precioso Goldoni o la confitería Ideal, donde nos tragamos un insufrible espectáculo de tango para guiris que hasta incluye una surrealista versión en japonés. Menos mal que después nos resarcimos visitando una sala de milonga mucho más auténtica... pero no por ello menos surrealista.
Y no sigo enrollándome, que si no no vais a querer leerme más!
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