21 noviembre 2007
Barra de Valizas...
Hoy me siento con fuerzas renovadas para continuar el viaje. Y es que ayer fue un día excepcional. El mejor desde que ando solo por ahí. Pero vayamos por partes...
Tras tomar un mate en el hostel de Manantiales con una pareja de estudiantes fumetas de Filosofía (hay códigos que son internacionales), decidí seguir sus consejos y venir a Barra de Valizas en lugar de a Punta del Diablo, tal y como tenía pensado inicialmente. Y así desviarme un poco menos de mi itinerario previsto hacia el interior de Argentina.
Así que tomé tres diferentes buses para recorrer ciento y pico kilómetros y llegué a Valizas a la caída de la noche. La primera impresión es fuerte. Calles sin asfaltar, pequenas cabanas de madera en su mayoría cerradas, apenas alguna luz sobre las pocas casitas habitadas... Así que siguiendo mi planito camino un poco hasta llegar al albergue, donde me espera un tipo encantador (llamado también Raúl, por cierto) que me ensena lo que será mi casa los próximos dos o tres días. Es bastante modesto, pero tiene todas sus habitaciones en torno a un agradable patio con sombrillas y alguna hamaca colgando. Eso sí, soy el único huesped por el momento, y el primero de la temporada!
Así que como estoy hambriento, Raúl llama al restaurante del pueblo para ver si está abierto. Y como no es más que el salón de la casa de un matrimonio de mediana edad, lo abren para mí y la senora me prepara un lenguado como hacía tiempo que no probaba. Así que con la con la barriga llena me voy a dormir bajo un cielo impresionante.
Ya por la manana compruebo que el pueblito, aunque precario, es infinitamente más amable de lo que parecía anoche y tiene incluso algún super, un barcito y varios restaurantes y kioskos de artesanía, que aún están cerrados hasta que empiece la temporada de verano, en que parece ser que esto se anima muchísimo. A mí me recuerda un poco a un pueblo del Oeste... salvo que al final de la calle principal te encuentras una playa absolutamente espectacular.
Así que animado por el hostelero decido seguir la línea de la costa hasta Cabo Polonio, un lugar recomendado en toda información turística de Uruguay. Camino durante unos veinte minutos por la arena de la playa haciendo miles de fotos hasta que llego al Arroyo de Valizas. Aunque lo que llaman arroyo tiene unos veinte metros de ancho y según son propias palabras es profundo y barrancoso, así que pregunto a los pescadores sí me puden cruzar (tal y como me habían aconsejado), pero como soy yo solo no les interesa y pasan de mí. Así que, cuando ya estaba a punto de desistir veo a una chica barriendo a las puertas de su casa y le pregunto si conoce alguna forma de cruzar. Y en dos minutos tengo allí al que supongo que es su marido arrastrando una canoa que parece de juguete. El es un tipo alto y fuerte, de pelo y ojos muy negros y dientes blanquísimos que en Europa podría ganarse la vida haciendo de modelo, pero aquí pesca lo que puede y cruza a los turistas el arroyo en verano...
Cruzo no sin cierto recelo y cuando llego al otro lado no tengo suelto para pagarle los 30 pesos que me pide, así que algo contrariado le doy el billete de 100 que llevo. Al fin y al cabo me ha salvado de quedarme todo el día en Valiza. Y 100 pesos son sólo algo más de 3 euros!
Pero luego continúo con el relato de la excursión a Cabo Polonio, que ahora me espera el primero de de los muchos buses que tendré que coger en los próximos días...
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1 comentario:
Que hermoso tu blog! Es un placer leer tus escritos... atrapante y encantador...
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