09 diciembre 2007
Viedma y Carmen de Patagones
No hay mucho nuevo que contar dese la última vez, pero ya que tengo internet gratis en el Hostel de Puerto Madryn... Y por cierto, menuda diferencia con los otros en que he estado! Cómo se nota que aquí si que hay una fuerte industria turística gracias a las ballenas y otros animalitos! Pero bueno, aún acabo de llegar y lo que toca es contar el tranquilo fin de semana en Viedma y su hermana Carmen de Patagones.
Viedma es la capital de la provincia del Río Negro, a cuya orilla se levanta, justo enfrente de Carmen de Patagones, la última ciudad de la enorme provincia de Buenos Aires y primer asentamiento de los colonos en la Patagonia. Conectadas entre sí por un precioso puente de hierro de principios de siglo, la mayoría de la población usa sin embargo unas lanchitas que cruzan el inmenso río de un lado a otro cada pocos minutos. Y es que a diferencia de otras ciudades argentinas, estas dos sí que viven de cara a su costanera, con una gran zona ajardinada y de baño que el sábado por la mañana está repleta de familias y niños.
Y también a diferencia de otras ciudades, Viedma está bastante cuidada y sorprendentemente limpia para los estándares habituales acá. Aunque quizá los mayores atractivos turísticos están en su vecina de la rivera norte, una ciudad con una rica historia donde, sin embargo, el tiempo y las sucesivas crisis económicas parecen haber dejado mayor huella. Aún así, parece ir despertando poco a poco y ya pueden verse algunas curiosa galerías de arte o restaurantes más o menos enfocados al aún escaso turismo. En uno de ellos, la antigua tasca del puerto hoy rehabilitada, disfruto de una buenísima pizza al horno de leña y de un buen concierto de jazz que ni loco esperaba encontrar aquí.
Lo que no encuentro ni a tiros es un cohe de alquiler que me permita recorrer un camino costero que hay al sur de Viedma y que tiene muy buena pinta. Son casi 200 kilómetros de imponentes acantilados, reservas de lobos marinos y ni un sólo pueblo en el camino, por lo que sólo puede hacerse en vehículo privado. Pero me quedo con las ganas y como hace un viento de mil demonios y no hay mucho más que ver aquí tomo un bus que me lleve a Puerto Madryn. Son siete horas de un viento increíble que hace que el bus de dos pisos se bamboleé a lo largo de las larguísimas rectas y que el desolador paisaje del exterior lo parezca aún más, entre nubes de polvo y solitarios árboles medio resecos a punto de quebrar.
Pero ya estoy aquí, ya hora lo que importa es tener suerte y ver las ballenas...
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