16 febrero 2008

Tupiza

Tengo el culo roto. Y no, no he sido atacado por una horda de bolivianos sodomitas.
De hecho casi tengo màs rotos aùn los riñones. Y es que ayer me pasè todo el dìa jugando a los cowboys en los increìbles alrededores de Tupiza, un pueblo que parece salido de alguno de esos spaguetti-western psicodèlicos de los años 70. Eso sì, a pesar de las agüjetas, disfrutè como un enano. Tanto que hoy, para sustituir a mi extraviada gorra (toquemos madera, que es lo primero que pierdo...), me he comprado en un mercadillo un precioso sombrero de cowboy. Làstima que descubrir en su interior una brillante etiqueta que reza "made in China" me haya restado un poco del entusiasmo inicial. Cosas de la globalizaciòn...

Pero el ingreso en Bolivia no fuè ni mucho menos tan fàcil. Salgo de La Quiaca y mochila al hombro recorro los escasos 800 metros que me separan del puesto fronterizo. Centenares de personas se agolpan frente a una pequeña garita formando algo parecido a una cola. Temièndome lo peor pregunto al guardia que supuestamente organiza aquel caos y, efectivamente, me confirma que debo esperar mi turno para los tràmites pertinentes. Asì que resignado, paso casi dos horas a pleno sol viendo como sobre un puente situado apenas a cincuenta metros no paran de entrar y salir del paìs personas con enormes fardos a su espalda. Surrealista.


Aunque màs surrealista es cuando el amable funcionario que tiene que sellar mi pasaporte me dice que yo no tengo que hacer esa cola, si no ir a la ventanilla de al lado, donde no hay absolutamente nadie. Y mira que insistì varias veces al cabròn del policìa!!! Pero bueno, ya estoy en Villazòn, Bolivia, y lo primero que me encuentro es una larga calle llena de tiendas de baratijas, casas de cambio y vendedores ambulantes de, supongo, artìculos de contrabando. Camino sin distraerme hasta la estaciòn de tren, que parece sacada de una peli española ambientada en la guerra civil. Los horarios y precios estàn escritos en una pizarra, pero para Tupiza està todo vendido y no hay otro tren hasta el sàbado.

Asì que doy media vuelta y, con el calor apretando y tragando el polvo que lo llena todo, camino hacia la terminal de autobuses. La palabra cutre se queda muy, muy corta para describir la estaciòn, pero afortunadamente hay un bus a Tupiza a las tres. Con la diferencia horaria entre Bolivia y Argentina tengo que esperar casi cuatro horas, pero al menos me guardan la mochila y puedo ir a dar una vuelta por el pueblo. Una señora con su bombìn, sus trenzas, su falda con vuelo y sus cientos de capas de ropa (con el calor que hace!) me ofrece un zumo de naranja recièn exprimido que me sabe a gloria por menos de medio euro. Y pensar que en Argentina eran siempre de polvitos...


Y claro, lo màs animado a esa hora de la mañana es el mercado. Todas las calles aledañas estàn llenas de mujeres ataviadas con el mismo tipo de ropajes vendiendo cualquier cosa que se pueda imaginar. Pero el shock al entrar al mercado es grande. Un montòn de puestos pequeñìsimos, unos pasillos por los que apenas caben dos personas a la vez, y un olor a carne muerta que casi me dan ganas de salir corriendo. En lugar de eso intento sacar unas fotos, pero una de las vendedoras comienza a arrojarme su mercaderìa, que afortunadamente son semillas de no se què...
y a amenazarme con llamar a sus hijos para que me quiten la càmara sino dejo de hacerlo. Argumento ante el cual doy la razòn a la señora y abandono ràpidamente el lugar.

Ya en la estaciòn vuelvo a tener un pequeño altercado con un tipo que quiere cobrarme la "tasa de uso de terminal" antes de subir al destartalado bus. Pero antes de quedarme en tierra decido pagar los veinticico cèntimos del "impuesto revolucionario" exclusivo para guiris. El viaje en sì es infernal. Polvo y màs polvo, calor, baches y paradas y màs paradas en los lugares aparentemente màs remotos para que suban y bajen personas cargadas con montones de bolsas, cajas y grandes sacos. Afortunadamente no hay rastro de cabras u otros animales domèsticos, aunque el olor animal en el interior del "colectivo" es igualmente fuerte.


Pero llego a Tupiza y todo cambia. En la estaciòn los dueños de los hostales estàn esperando a los turistas para ofrecer sus alojamientos y enseguida encuentro uno bastante decente a un precio casi irrisorio. Eso sì, el papel higiènico no està incluìdo y los baños son a compartir. Pero la habitaciòn resulta acogedora.
Los mismos hostales organizan tambièn tours a caballo, en bicicleta o en 4x4 para recorrer la zona, y enseguida me apunto a uno para el dìa siguiente. Me acompañan cinco miembros del "Club de señoritas con sobrepeso de Tel-Aviv", que hacen sufrir considerablemente a los pobres -y muy menudos- guìas para ayudarlas a subir a los caballos.

Y siguen hacièndonos sufrir, a ellos y a mì, con sus gritos histèricos y sus ininterrumpidas canciones en hebreo, durante todo el trayecto.
Mi xenofobia selectiva està a punto de desbordarse cuando uno de los guìas me sugiere que nos adelantemos. Pasamos, en un bendito y completo silencio, por la Puerta del Diablo rumbo al Cañòn del Inca, y allì, junto a un pequeño arroyo, esperamos a que llegue el resto del grupo. Mientras comemos, algo espanta a los caballos y los guìas salen corriendo tras ellos. Durante el largo rato que tardan en volver intento tranquilizar a las nerviosas israelìes, pero no hay caso, desisto.
Asì que a la vuelta Clemente, el guía, y yo tomamos de nuevo la delantera, galopando incluso hasta que me acuerdo de Cristopher Reeve y le pido que pare.


Y asì hoy me he dedicado a recuperarme de mis dolores. Algo extraño teniendo en cuenta que he ido a ver la vista de Tupiza desde el cercano Cerro de la Cruz y a poco fallezco en el camino. Què subidita! Y còmo se notan los 3000 metros de altura! (o eso me digo yo para justificar tan baja forma fìsica)
Eso sì, màs duro aùn ha sido encontrar un lugar donde tomar un cafè cuando he regresado de la caminata. Cosas de Bolivia...
Y mañana me voy en una excursiòn de cuatro dìas en todoterreno a recorrer el Salar de Uyuni, uno de los lugares a los que, por lo escuchado hasta ahora,le tengo màs ganas. Ya os contaré...

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