Joder, ya hace una semana que escribí por última vez. Y ahora no tengo la excusa de la lentitud de la red en Patagonia...
El lunes pasado salì de San Martìn de los Andes a la muy conveniente hora de las cinco de la mañana rumbo a Pucòn, algo así como su homòloga al otro lado de la frontera. Una frontera donde los pesados tràmites de entrada en Chile se hacen mucho màs llevaderos con el enorme cono gris ceniza y blanco (por la nieve) del volcan Lanìn como telòn de fondo. En Pucòn hay otro volcàn algo menor pero igual de espectacular, el Villarrica, a cuyo cràter se puede llegar en un sòlo dìa de trekking. Pero ya tengo un billete para Santiago en bus-cama esa misma noche, así que me conformo con un tranquilo tour por los lugares màs pintorescos de los alrededores.
Y me quedo con ganas de subir al volcan...
El viaje a Santiago es en el mejor bus en qe haya montado nunca. Sòlo tres asientos por fila, butacas de luxe, ariculares, bandeja para la comida, almohada, mantita...
Llego muy temprano, así que tomo el metro en direcciòn al albergue en plena hora punta. El metro es limpio, moderno y parece muy seguro. Podrìa estar en cualquier ciudad europea. Y lo mismo me parece cuando llego al Barrio Brasil, una zona algo alejada del centro pero con la mayor actividad cultural de la ciudad y un aire bohemio y relajado muy agradable. Y el Hostel, el mejor en el que he estado en todo el viaje: amplio, bonito, con un gran desayuno... Làstima que el staff estè compuesto por cuatro niñas alemanas de intercambio sin ningunas ganas de trabajar ni idea alguna sobre Santiago.
Allí me encuentro con una chica mitad suiza mitad española que conocì en un bus hace un mes, y juntos nos vamos a conocer la ciudad. Santiago no es especialmente bonito, ni pintoresco, pero tiene un tamaño perfecto para recorrer a pie el centro (no como la excesiva Buenos Aires) y un aire tranquilo y animado a un tiempo que invita a pasear por sus calles. O quizà es sòlo que tenìa "mono" de vida urbanita...
Asì que durante tres dìas visito museos, mercados, bares, restaurantes e incluso algùn que otro conciertito, disfrutando un montòn de la gente despuès de tantas semanas de "solitude". Y eso que a veces entender a los chilenos es tarea complicada...
Me hubiera quedado màs dìas en Santiago, pero si quiero llegar a Bolivia tengo que darme prisa, porque hay poco tiempo y muchas cosas que ver en el camino. Asì que salgo para Valparaìso con mi nueva compañera de viaje (al menos mientras nuestros caminos coincidan) y energías renovadas. Valpo, como la llaman los chilenos, es la capital cultural oficiosa del paìs y fué la residencia habitùal de Neruda y otros muchos artistas. Y tambièn un maravilloso disparate de ciudad.
En una estrecha franja de tierra junto al mar se agrupan los edificios oficiales, la estaciòn de bus, el mercado y el puerto, que aún conserva en sus calles aledañas el aroma acre de viejos marinos, putas y piratas. Y también de los modernos, vaya...
A su alrededor quince empinadìsimos cerros con sus respectivos ascensores y sus casitas de colores se asoman a la bahía para dar la bienvenida a mercantes y cruceros de paso. Yo escojo el Cerro Concepciòn, el màs bohemio y pintoresco, para buscar alojamiento, y allì encuentro una habitaciòn bàsica pero muy acogedora desde donde lanzarme a recorrer las calles adoquinadas de la ciudad, llenas de pintadas, escaleras, recovecos y preciosos miradores.
Camino por el agotador laberinto de los cerros, disfruto de los preciosos cafès, visito la especialìsima casa de Neruda, y hasta destrozo un poco el presupuesto en una noche de juerga con unos actores italianos de gira por Latinoamèrica.
Y creo que, de no ser por que espero encontrar otros lugares igual o màs excitantes en lo que queda de viaje, podrìa seguir hacièndolo mucho màs tiempo.
Aquí, en Valparìso.
20 enero 2008
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