Esta última semana no ha sido la mejor de mi viaje, para que negarlo. Salí de Puerto Montt ya lloviznando y el mal tiempo me ha acompañado durante todos estos días, acentuando una cierta sensación de melancolía postnavideña que espero dejar atrás en cuanto parta, mañana mismo si puedo, hacia climas más cálidos. Para colmo algunas cosas allá por la madre patria me tienen un poco preocupado, pero no me voy a poner ahora a quejarme cuando estoy rodeado de lagos cristalinos, impresionantes montañas y bosques milenarios mientras la mayoría de vosotros está currando, no?
Como decía salí de Puerto Montt el pasado martes acompañado por la lluvia y el frío, aunque no por ello el paso de la frontera a través de los Andes es menos impresionante. Quizá todo lo contrario. Pero no voy a abundar en descripciones sobre la exhuberancia de la naturaleza en esta parte del mundo, que ya os habré aburrido bastante... Llego a Bariloche al medidodía y sigue lloviendo. La "terminal de omnibus" es un hervidero de gente: mochileros de todas partes del mundo, familias de vacaciones, adolescentes argentinos de viaje de fin de curso... Un caos.
Así que tras numerosas e infructuosas llamadas a los albergues céntricos acabo encontrando, de casualidad, una cama libre en uno situado a 7,5 kilómetros del centro. Son unas cabañitas de madera ubicadas en un barrio residencial de las afueras, con el lago al frente y el bosque a su espalda. Así que casi podría decirse que he tenido suerte. Y es que el centro de la hipertrofiada Bariloche es un horror de tiendas de souvenirs y artículos de montaña, chocolaterías y restaurantes, y hoteles y agencias de viajes.
El día siguiente amanece muy lluvioso, así que abandono mi idea inicial de alquilar una bicicleta y me paso el día leyendo, charlando con la amabilísima gente del albergue y, aprovechando un rato de calma meteorológica, bajo al pueblo a hacer alguna compra, tomar un café y mirar escaparates.
A la mañana siguiente no llueve...nieva! Pero harto de esperar a que escampe me voy a la estación y cojo un bus para El Bolsón, la meca hyppie de la Argentina. Cuando consigo un billete ya son más de las doce y, a pesar de que no es muy lejos, no llego allí hasta las dos. Y es que el camino, ya de por sí difícil, se hace aún más complicado con nieve. Eso sí, también mucho más hermoso. Pero curiosamente en El Bolsón, emparedado en un estrecho valle, se da un microclima que incluso les permite cultivar frutales y que hace que hoy la temperatura no sea tan baja como en Bariloche. Como no tengo mucho tiempo, tomo un taxi que me lleva a unos 12 kilómetros del centro, desde dónde parte un sendero que me lleva al Bosque Tallado. Es casi una hora de subida bastante exigente y en la parte más alta hay nieve, pero la vista del valle es espectacular, y las esculturas en los troncos de los árboles una maravillosa excentricidad.
Para colmo a la vuelta los chicos del Hostel se han atrevido a hacer un rico asado en el patio, así que me despido de Bariloche charlando y "tomando" con ellos hasta casi las tres de la mañana.
El viernes me levanto tarde y pelín resacoso y me voy a la estación para ir a San Martín de los Andes. Mi bus sale a las doce y media pero lleva retraso. Media hora, una, una y media... cuando por fin nos anuncian que el bus a tenido un problema y no saben cuando va a llegar. Al menos me devuelven el dinero y, milagrosamente, encuentro un billete con otra compañía para las cinco de la tarde. Mato un poco el tiempo yendo a comer algo y finalmente salgo para San Martín. El bus recorre el Camino de los 7 Lagos y casi podría ser una tracción turística en sí mismo... si no fuera porque las lluvias de los últimos días lo han dejado impracticable y los baches son enormes y constantes. Llego con la espalda molida y la idea de hacer noche allí y continuar hacia el norte huyendo del mal tiempo, pero cuando pregunto en taquilla resulta que no queda ni un sólo billete hacia Pucón, mi próximo destino, hasta el lunes siguiente!
Ya es de noche y la oficina de turismo está cerrada, así que, mochila al hombro, salgo a buscar alojamiento. Pero es fin de semana, temporada alta, y San Martín uno de los lugares preferidos por los argentinos acomodados para pasar sus vacaciones. Así que recorro albergues, hostales y hoteles sin encontrar ni una sola cama. Finalmente, cuando ya me veía durmiendo en la estación, encuentro una habitación en un hotel que normalmente se escaparía de mi presupuesto, pero no hay otra opción...
Duermo como un bendito y a la mañana siguiente me apunto a un tour para recorrer el lago Lacar, a cuya orilla descansa la coqueta (y pelìn pija) San Martìn. No es precisamente turismo de aventura, pero sì es la mejor forma de recorrer la zona en poco tiempo, así que acompañado de familias enteras y parejas de jubilados cojo un barquito en el puerto a las doce de la mañana. El lago, estrecho y alargado, està encajonado por paredes casi verticales cubiertas de vegetación y, a medida que el sol va abrièndose paso, va mostràndonos màs y màs lugares increìbles: acà una playita escondida, allà una altìsima cascada, más allá una capillita en una isla inaccesible... Regresamos pasadas las siete de la tarde y, antes de ir a la cama, me tomo una cerveza con una panda de cincuentones con pinta de golfos que poco más y me lìan para ir con ellos a jugar una partida de poker. Pero no està la economìa com para asumir esos riesgos...
Hoy es domingo y luce el sol. Asì que paso un dìa tranquilo, paseo por los alrededores del pueblo y me dedico a la vida contemplativa y a las labores de intendencia propias de mi condiciòn de mochilero aburguesado. Mañana abandonarè oficialmente la Patagonia, aunque para mí quedó atràs cuando la estepa eternamente ventosa y las casitas apenas levantadas con unas chapas dejaron paso a las cabañas de madera y al paisaje como de postalita suiza. Serà masoquismo que aquellas desiertas tierras màs allà de la cordillera me resulten más estimulantes que las verdes y humedas riberas de la regiòn de los Lagos?
13 enero 2008
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1 comentario:
¡¡¡Hola Raulete!!! ¿Cómo va nuestro Magallanes-El Cano-y D.Pedro Moreno-todo junto?.
Aunque con un poco de demora (lo que no significa que no te sigamos de cerca), he decido escribirte.
Escribirte, primero, para desearte felíz año con el correspondiente retraso. Escribirte, en segundo lugar, para animarte en tu andanza. No te imaginas lo bien que consigues trasmitir tus sensaciones, impresiones, vivencias y añoranzas.
Escribirte, en tercer lugar, para cagarme en la concha de..... por esas magníficas fotografías!!!!
Y en el cuarto y último de los lugares, antes de contarte alguna cosilla de acá, de los gallegos, decirte que entiendo -no te imaginas cómo- la explicación que nos has dado sobre lo que ES la Patagonia. Después de algún tiempo, cuando has pasado por allá, cierras los ojos, intentando recordar los colores, aromas, sonidos..... y, curiosamente, lo que queda como un telón de fondo que lo llena todo es, el SONIDO DEL VIENTO.
Una vez que lo oyes, ya puedes ir abriendo los ojos, para contemplar esas extensiones vacías, bueno, vacías no. Llenas de ripio y plantas ralas, de esas que pinchan como la puta que lo parió.
Vale, vale, no vamos a emocionarnos eh?. Voy a darte unas pequeñas pinceladas del día a día gallego (del nuestro en realidad); Alejandra está mas díscola que nunca. Y eso es debido a que ..... por fín nos fuimos para el pueblo!! Nos hemos trasladado a Villalba (¡prepara la vuelta!). Se vive bien, se vive tranquilo. No cojo (perdón, eso sí) -tomo-, el coche y ´por tanto, he vuelto a leer, hear music...
Esta semana pasada viaje -pot trabajo- a Argelia. Fueron pocos días, para ver dos refinerías del país. Un país que se ha quedado parado en el tiempo, atrapando a su gente en una aparente miseria (digo aparente porque luego esa gente no tiene la sensación de vivir así -faltaría más!).
Y entre tanto, los politicuchos de mierda que tenemos ya se empiezan a poner hot (las elecciones son en marzo -remember-)
Cuídate.Estamos ahí. Detrás de la pantalla.
Un abrazo, Nacho
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